Ya basta de saqueos
Freddy Sánchez jueves 6, Sep 2018Precios y desprecios
Freddy Sánchez
Esto no acaba hasta que se acaba. Una expresión típicamente futbolera para apaciguar a la audiencia invitándola a esperar antes de anticipar conclusiones.
Lo mismo podría hacerse para un deslinde indubitable del cambio presidencial diciendo: este comienza hasta que comienza.
Aunque, “a ojos de Juan Pueblo”, pareciera que en efecto el mandato de Andrés Manuel se adelantó en tiempo o se ejerce en la actualidad en una especie de gobierno paralelo con Enrique Peña Nieto. Al menos en la toma de decisiones de capital importancia para el futuro nacional.
Más que Improbable es, por lo mismo, un “golpe de timón” en el ocaso sexenal, que implique grandes repercusiones, a cargo del gobierno saliente, más bien presto a darle absoluta tersura al relevo presidencial y, obviamente, conseguir por este medio un trato sumamente considerado para el que se va.
Lo que habrá de ocurrir, (si ocurriera) a partir del mes de diciembre y no antes, razón por la cual, más vale esperar a que este plazo se cumpla y no adelantar vísperas sobre la dirección que tomará el futuro gobierno y mucho menos sus primeras decisiones desde el mando presidencial.
Andrés Manuel, hombre de larga experiencia política, (quizá como lo haría un astuto jugador de pocker), no querrá descubrir sus verdaderas cartas en tanto no sea conveniente hacerlo a fin de dejar constancia de su fuerte presencia desde el inicio sexenal.
En ese tenor, convendrá concientizarse de una cosa: el futuro primer mandatario no puede retrasar las acciones que demuestren que de ninguna manera llegará al poder presidencial para ofrecer más de lo mismo o peor de lo mismo en perjuicio de la colectividad.
Esa que empujó el triunfo del tabasqueño y los que a fin de cuentas contribuyeron al mismo resultado, desdeñando al PRI y al PAN para un nuevo gobierno sexenal.
Así que el sentimiento de la nación expresado en las urnas, el pasado primero de julio, no debe ser ignorado por el próximo gobierno federal.
Los que votaron por la candidatura presidencial de Andrés Manuel López Obrador, los que dividieron sus preferencias electorales por el Partido Revolucionario Institucional y el Partido Acción Nacional, (sumados a otras organizaciones partidistas), además de los que no votaron, inequívocamente, fueron alentados a hacer lo que hicieron por una razón.
Su hartazgo y molestia por el estado de cosas que vive el país, que a unos los ha hecho caer en algo semejante a un “hoyo negro” de fatalidades cotidianas con el atrabiliario despojo de sus bienes patrimoniales o la pérdida de la vida de seres amados y a otros los hace pensar que sus infortunios son inevitables y pronto habrán de llegar por el desbordamiento fatal de la delincuencia que cada día arroja más víctimas, a causa de autoridades ineficientes o corruptas si no es que culpables de ambas deplorables conductas.
Y por eso justamente el gobierno de Andrés Manuel deberá llegar con toda firmeza y convicción a “pegarle duro y a la cabeza” a los corruptos de más arriba, (magnates del empresariado y la política), así como adoptar las acciones que sean menester para contener la sangrienta y expansiva ola criminal que le ha quitado la paz a la nación y dar por supuesto una puntual muestra de que no habrá más impunidad entre adinerados y poderosos.
Los que apoyaron su triunfo y los que no lo hicieron, demandan exactamente lo mismo: acabar con la corrupción, impunidad e inseguridad.
Y seguramente, Andrés Manuel querrá cumplir su afán de hacer historia, demostrándole a todo el país que no actuará con incompetencia, mediocridad ni charlatanería como en buena o mucha medida lo hayan podido hacer los más de sus antecesores inmediatos y lejanos en el poder presidencial.
Y para lograrlo, es preciso que desde las primeras semanas de su gobierno, el Presidente López Obrador, pase de las palabras a los hechos poniéndole un freno a la mafia del poder de la que tanto habló y a la que es indispensable hacerle ver a sus integrantes la atmosfera refrescante de un nuevo y vigoroso mandato presidencial cercano a la gente que sepa decir: ya basta de saqueos.